Aprecie a Dios en la sencillez de cada día
Vamos a meditar en la Palabra de Dios: "En aquel tiempo Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a una montaña alta y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo y se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces, Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: Maestro, qué bien se está aquí. Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaban asustados y no sabían lo que decían. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube que dijo: Éste es mi Hijo Amado, escúchenlo. De pronto, al mirar alrededor no vieron a nadie mas que a Jesús solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña Jesús les mandó: No cuenten a nadie lo que han visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían qué quería decir aquello de resucitar de entre los muertos. Le preguntaron por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías. Les contestó Él: Elías vendrá primero y lo restablecerá todo. Ahora, ¿por qué está escrito que el Hijo del Hombre tiene que padecer mucho y ser despreciado? Les digo que Elías ya ha venido y que han hecho con él lo que han querido como estaba escrito".
Hoy es un día maravilloso y el Señor nos habla de mil maneras. La presencia de Cristo la sentimos en el alma, en el corazón. Y hoy el Señor nos llena más de su Espíritu, porque nos prepara siempre para grandes cosas. Quiere que estemos siempre listos para todo lo que Él nos va a ir presentando. Este texto del evangelio es precioso, como toda Palabra de Dios. Escoge a tres discípulos, los lleva a lo más alto de un monte y se transfigura delante de ellos. Una luz impresionante, una voz: "Éste es mi Hijo Amado", aparecen Elías y Moisés, ellos caen rostro en tierra, no saben qué decir, ven la belleza de la gloria de Dios transfigurado, Jesucristo es todo luz. Ellos asombrados, asustados, Pedro balbucea unas palabras casi incoherentes, no sabía lo que decía, porque había mucho que hacer allá abajo en las faldas del monte, en las aldeas y en los pueblos y en Jerusalén.
Jesús se transfiguró, todo su cuerpo brillaba como una luz. Lo hizo una sola vez, suficiente para que ellos no lo olvidaran. ¿A qué viene esto? A lo de su vida diaria. No todos los días tendrá usted una experiencia exuberante a nivel espiritual que lo va a mantener casi en un éxtasis, no. Algunas veces en su vida, Dios le regala experiencias gozosas a nivel espiritual, que son contadas, y que no podemos olvidarlas. Recuérdelas como anticipos de la gloria de Dios. Pero lo normal es que en nuestra vida diaria, en nuestra oración, nuestra experiencia del Señor sea sencilla. Es decir, en su vida cristiana no esté usted esperando solamente los momentos gozosos, relevantes, sino aprecie en lo diario la belleza de Dios que viene de mil maneras sencillas, sutiles, humildes, como lo vemos a Él en el pan de vida y como le adoramos en Jesús Sacramentado. Así aparece Él todos los días sencillito, pero hay que tener los ojos de la fe para descubrirlo.
Hay gente que quiere tener siempre revelaciones, apariciones, quiere estar escuchando y viendo cosas. Sí, es verdad que el Señor y la Virgen se aparecen, pero a personas muy contadas y santas. Hay quienes por ahí dicen que tienen apariciones y, primero, que no son nada santos y, segundo, que la gente que anda siempre esperando apariciones o revelaciones, usa mucho la imaginación. Y comienza a ver lo que quiere ver y a oír lo que quiere oír. Y eso no es lo que Dios dice, no es lo que Dios revela; es lo que uno se imagina. ¡Cuidado! Y en tercer lugar, hay gente desequilibrada, gente que le da por ver cosas y están para ser atadas, es decir, para ser encerradas.
En cambio, un cristianismo maduro, un cristianismo que es el evangélico, es el de los apóstoles que vieron una sola vez a Cristo transfigurado aparecer como una luz. Los demás días lo vieron sudoroso, cansado, caminando con su ropa pobre, su túnica, su manto y sus sandalias viejas por los caminos de Israel. Lo vieron en el pozo aquel, pidiéndole agua a la Samaritana y explicándole con paciencia que es Él la fuente de agua viva. Lo vieron combatiendo y peleando con los fariseos y vieron a Cristo en los trigales con los discípulos arrancando los granos de trigo por hambre. Lo vieron comer y dormir en las noches, algunas veces a la intemperie y luego en la cruz asesinado. Aprenda usted a ver a Cristo en la sencillez de todos los días, aprenda a verlo en las cosas más simples. Él todos los días aparece, pero no espere esas impresionantes revelaciones, porque se va a quedar sentado muchos años aguardando y, mientras, la vida se le escapa y la vida es como un río cuya agua no vuelve jamás a pasar por el mismo lugar.
Aprecie a Dios en la simplicidad de los acontecimientos diarios. Búsquelo en la Palabra, en los hermanos y en los más pobres. Aprecie a Dios en lo sencillo y así será usted ¡invencible en Él!
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario