MOMENTO DE ENCUENTRO CON EL SEÑOR
Por Francisco Javier Colomina Campos
Nos encontramos en el penúltimo domingo del año litúrgico, ya que dentro de dos domingos comenzaremos el tiempo de Adviento. Llegados a este tiempo, la Iglesia nos ofrece en la liturgia de la palabra textos que nos hablan del final de los tiempos, un futuro descrito de forma un tanto desconcertante debido al uso de un lenguaje apocalíptico. Sin embargo, lejos de interpretaciones erróneas acerca de catástrofes y de desgracias, son textos que nos hablan de esperanza.
1. “En aquellos días…”. Es importante hacer aquí alguna aclaración acerca del lenguaje que escuchamos en las lecturas de este domingo. La literatura apocalíptica, que encontramos tanto en la primera lectura del libro de Daniel como en el pasaje del Evangelio, puede parecernos un tanto desconcertante, pues usa imágenes y símbolos que hoy nos resulta difícil de interpretar. Muchas veces se han interpretado erróneamente como una serie de catástrofes cósmicas y de desastres naturales. Sin embargo, hemos de caer en la cuenta que la palabra “apocalipsis”, que viene del griego, significa “revelación”. Por tanto, con este lenguaje, la Palabra de Dios nos habla de lo que está por venir, nos revela cómo será el final de los tiempos. No hemos de quedarnos simplemente en una serie de desgracias descritas en los textos, sino que hemos de entender a través de éstos lo que el texto quiere revelarnos, que es un futuro lleno de esperanza. Por tanto, estas catástrofes y desgracias descritas tanto en la primera lectura como en el Evangelio de hoy nos están hablando del tiempo presente, en el que vivimos rodeados de luchas y de sufrimientos. Quizá el evangelista, al recoger estas palabras de Cristo, estaba describiendo cómo era la vida de los primeros cristianos, que vivían en tiempo de persecución. Quizá también nosotros podemos ver en estas imágenes los sufrimientos de nuestra vida, las luchas que llevamos cada día.
2. “Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad”. La descripción apocalíptica con la que empieza Jesús su discurso en el pasaje del Evangelio de hoy da paso a una esperanza: después de todo ello vendrá Cristo de nuevo, lleno de poder y majestad. “Pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta”. Y vendrá para salvar a los justos. Es el anuncio que hemos escuchado en la profecía de Daniel en la primera lectura: “Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para la vida eterna, otros para la ignominia perpetua”. Se trata por tanto del anuncio que hace Jesús del juicio final. A veces nos parece que esto del juicio final y del cielo y del infierno es un cuento que nos hemos inventado para los niños, para hacer que se porten bien si no irán al infierno. Sin embargo, es Jesús el que nos habla de esto en el Evangelio de hoy. Jesús ha de venir de nuevo, como afirmamos en el Credo, y vendrá para juzgar. No nos tiene que dar miedo esto, pues ya sabemos de qué nos juzgará Dios: si hemos cumplido su voluntad viviendo de verdad el amor a Dios y al prójimo, cumpliendo los mandamientos y viviendo las bienaventuranzas. Será entonces cuando los justos, los que buscan cumplir la voluntad de Dios, recibirán el premio de la Vida eterna. Esta es la promesa de Jesús en las bienaventuranzas. Nuestra vida por tanto, entre las luchas de cada día, ha de ser una preparación para este día que Cristo nos anuncia hoy.
3. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. También el autor de la carta a los Hebreos nos habla en la segunda lectura de esta venida de Cristo. Él está sentado a la derecha del Padre, y espera el día en que ha de venir a juzgarnos, aunque ya nos advierte en el Evangelio que nadie sabe ni el día ni la hora. Cristo por tanto es la clave de la historia y el centro de esta esperanza futura. Él es el quicio que une el pasado con el futuro. En el misterio pascual de Cristo, en su muerte y resurrección, se cumplen las promesas del pasado y se empiezan a cumplir las esperanzas futuras. El mismo Señor lo dice en el Evangelio de hoy: “El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”. Queda por tanto que, lejos de asustarnos o de hacer adivinaciones absurdas sobre cuándo será le final de los tiempos, nos unamos más aún a Cristo, a su muerte y resurrección, especialmente a través de los sacramentos.
Que la Eucaristía de este domingo sea un momento de encuentro con el Señor, que Él nos llene de esperanza en este tiempo final del año litúrgico, que Él nos llene de esperanza en este tiempo final del año litúrgico, y que nuestro corazón esté dispuesto a aceptar la voluntad de Dios con alegría.
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