ESTAMOS BAUTIZADOS CON ESPÍRITU SANTO Y FUEGO
Por Gabriel González del Estal
1.- Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. San Juan Bautista bautizaba con agua, Jesús bautizaba con Espíritu Santo y fuego. Juan Bautista bautizaba para que se convirtieran a la Ley y así, mediante las buenas obras que prescribía la Ley, alcanzaran la salvación; Jesús bautizaba para que recibieran el Espíritu Santo y para que el fuego del Santo Espíritu quemara todos sus pecados y les hiciera hijos de Dios. Para Juan era la Ley y las obras de la Ley las que salvaban, para Jesús es el Espíritu Santo el que salva. San Pablo repetirá esto, algunos años más tarde, a las primeras comunidades de la diáspora: no son las obras de la Ley; es Jesús el que salva. Pero el bautismo de Jesús es aún más exigente que el bautismo de Juan, porque bautizarse en el bautismo de Jesús exige fe en Jesús y, consecuentemente, fidelidad a él. San Juan Evangelista, en su evangelio y en sus cartas, nos dirá también esto mismo reiteradamente: el que cree en Jesús está salvado, el que no cree en Jesús es el anticristo. No debemos olvidar que para los hebreos la fe es fidelidad: creer en Dios es fidelidad a Dios y creer en Jesús es ser un buen discípulo de Jesús, serle fiel. Todos nosotros, los que nos llamamos cristianos, estamos bautizados en el Espíritu de Jesús. Si queremos ser fieles al compromiso que adquirimos en nuestro bautismo debemos vivir siendo fieles al Espíritu de Jesús, debemos vivir como auténticos discípulos suyos. El Espíritu es algo vivo, es fuego purificador, es fuerza, es gracia, es ímpetu; ser fieles al Espíritu de Jesús es intentar vivir como él vivió, como Hijo amado del Padre, como su predilecto, predicando y poniendo en marcha el Reino de Dios. Este debe ser el compromiso que debemos asumir hoy cuando renovemos las promesas de nuestro bautismo.
2.- Mirad a mi siervo, sobre él he puesto mi espíritu. El profeta Isaías, en este canto al siervo de Yahveh, nos describe proféticamente los auténticos rasgos de la personalidad de Jesús de Nazaret: humildad y fortaleza, luz de las naciones, implantador del derecho y la justicia, salvador de los pueblos, liberación para todas las personas abatidas, débiles y necesitadas. Y todo eso basado en una ilimitada confianza en su Padre, Dios, que es el que le ha “cogido de la mano y le ha formado”. Estos son, pues, los rasgos que debe tener el discípulo de Jesús, en la medida humana de sus posibilidades. No son, evidentemente, los rasgos que podemos ver plasmados en la personalidad de los líderes políticos y económicos que dirigen nuestras sociedades, pero todo buen discípulo de Jesús debe aspirar a tener los mismos rasgos de personalidad que tuvo su Maestro. Sería bueno que en este día del Bautismo del Señor leyéramos y meditáramos, con recogimiento y profundidad, este texto del profeta Isaías y lo tuviéramos en cuenta a la hora de programar nuestra vida y nuestras actividades durante este año 2019.
3.- Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Dejémonos nosotros de poner nombres y etiquetas geográficas, políticas y religiosas a las personas con las que convivimos. Dios ama a todo el que le ama y practica la justicia, sea de la nación que sea; hagamos nosotros lo mismo. Jesús, nos dice también Pedro en este mismo texto, “pasó por la vida haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. Dios está con toda persona buena y que hace el bien; este debe ser nuestro propósito para este año, un propósito corto en palabras, pero largo y profundo en sus intenciones y exigencias. Si el bautismo es un auténtico nacimiento espiritual, al renovar hoy nuestras promesas del bautismo hagamos el propósito de ser, durante toda nuestra vida, personas buenas que hacen el bien, fijándonos siempre con predilección en las personas que viven más oprimidas por el mal y la injusticia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario