EL AMOR CRISTIANO ES UNIVERSAL, CATÓLICO
Por Gabriel González del Estal
1.- Es claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Estas palabras que el autor de Hechos pone en boca de Pedro son muy significativas para entender el paso del amor judío al amor cristiano. En la mayor parte de los textos del Antiguo Testamento y en algunos textos del Nuevo el amor de Dios a su pueblo se refiere exclusivamente al amor de Dios hacia su pueblo elegido, hacia Israel. No olvidemos que los apóstoles eran judíos practicantes de la religión judía, tal como ésta está regulada en el Antiguo Testamento, en la Ley Mosaica. Por eso, digo que este texto del apóstol Pedro es muy importante y significativo, para comprender el cambio de mentalidad religiosa de Pedro y de los demás apóstoles, que no fue un cambio puntual, que se produjera en un momento determinado, de una sola vez. Fue un cambio progresivo, con sus normales y lógicas dificultades. Los cristianos de hoy afortunadamente ya no dudamos del carácter universal y católico de nuestra fe cristiana. Lo importante ahora es que nosotros prediquemos y vivamos este nuestra universal y católica fe cristiana con verdadera humildad y generosidad de espíritu, cosa que no siempre hemos hecho, a lo largo de nuestra historia cristiana. No sólo cuando nos relacionamos con otras confesiones cristianas, como puede ser la confesión protestante, sino con las otras religiones no cristianas, como la religión musulmana, la budista, la hindú, u otra cualquiera de las muchas religiones que existen en este momento. La religión, cualquier religión, debe ser un instrumento, un camino que nos acerca y nos conduce al verdadero Dios, al único Dios que existe. Todos los que buscamos a Dios, todos los buscadores de Dios, debemos considerarnos compañeros y hermanos en la búsqueda del único y verdadero Dios. Hagamos, pues, de nuestro cristianismo un cristianismo universal y católico, buscando siempre la fraternidad y el encuentro, más que la diversidad, en nuestra continua búsqueda del único Dios verdadero. En este sentido debemos rezar el salmo responsorial, el salmo 97, cuando decimos que “el Señor revela a las naciones su salvación”.
2.- Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. En esta primera carta del apóstol y evangelista san Juan se nos dice la frase que podemos considerar como resumen de todo el pensamiento de san Juan sobre lo que es Dios: Dios es amor. Toda nuestra relación con Dios, si queremos que sea una relación directa y fundamental, debe fundarse siempre en el amor. El amor de Dios es divino, claro, pero nos lo manifestó de forma clara y manifiesta en un hombre, en su Hijo Jesús. Por eso, nosotros, cuando queremos amar a Dios como él nos amó, debemos amarnos unos a otros como Cristo nos amó. Cristo nos amó hasta dar su vida por nosotros, por eso nosotros debemos amarnos unos a otros hasta gastarnos y desgastarnos en el servicio a los demás. Si no amamos a los demás no amamos a Dios, porque así nos lo enseñó Jesús.
3.- Este es mi mandamiento; que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por los amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando… Esto os mando: que os améis unos otros. Estas frases las pone el evangelista san Juan en boca de Jesús. El amor no es sólo, ni principalmente, una teoría, sino una práctica. “Obras son amores y no buenas razones”. Cumplir el mandamiento de Jesús: amarnos unos a otros como él nos amó, no es algo fácil, pero es algo que los cristianos debemos intentar todos los días. Si no nos amamos unos a otros como Cristo nos amó, no amamos a Dios, ni conocemos a Dios. Si Dios, al final de nuestra vida, nos va a examinar en el amor, todos los días nosotros, al examinar nuestro comportamiento diario, debemos examinarnos en el amor. Todo lo que hacemos durante el día, aunque se trate de cosas que nos parecen poco importantes, son muy importantes ante Dios, si lo hacemos con amor. Amémonos, pues unos a otros, porque sólo así podemos estar seguros de que estamos amando a Dios.
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