1.- ¿TELÉFONO SIN LINEA?
Por Javier Leoz
Atrás quedó el domingo del Buen Pastor con esa llamada del Papa Francisco a entregarnos, unos y otros, generosamente en pro de Cristo. Ahora, a un día con el mes de mayo, contamos con una “aliada especial”: María. Ella también es Divina Pastora que alienta nuestros trabajos y nos anima en este camino de fe que, desde el día de nuestro bautismo, hemos de cuidar con la mano siempre cierta de Dios.
1.- ¿Qué es una fe sin Dios? ¿Y una fe sin contrastar con la Comunidad Eclesial? ¿Y una fe descafeinada u oportunista? En este quinto domingo de la Pascua comprendemos algo que, a veces, sufrimos y sentimos en las carnes de nuestra vida cristiana: sin Jesús es imposible perseverar, seguir adelante, creer y manifestar públicamente el “humus” de nuestras vivencias cristianas. Quien diga lo contrario es porque, su fe, está sometida a un personalismo, individualismo u orfandad. Y, eso, no es bueno. Sin Jesús, nada. Si nos soltamos de su persona nuestros frutos, además de tendenciosos y fatuos, serán diminutos, risorios o incluso también oportunistas y sectarios. Es imposible permanecer como testigos de Cristo sin nuestra unión con Él. Es, por poner un ejemplo, como pretender tener línea telefónica en casa sin estar unidos a una red. Haremos como que hablamos…pero no estaremos hablando con nadie: no hay línea.
2.- Quien persevera junto a Jesús sabe que, el amor, es algo que brota espontáneamente y sin recompensa alguna. En definitiva, como sarmientos fundidos a la vid que es Jesús, estamos llamados a colocarnos en esa primera división cristiana: dar frutos que sean reflejo de nuestra comunión íntima con Cristo.
Como cristianos no estamos llamados a deslumbrar por los grandes dones y carismas que el Señor nos ha regalado. Y, por el contrario, sí que somos urgidos a dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza poniéndolos en práctica.
--¿De qué sirve un cántaro si nunca entra en contacto con el agua?
--¿De qué sirve una lámpara si nunca se enciende?
--¿De qué nos sirve la vida cristiana si, tal vez, la dejamos mediatizada por muchos preceptos y desvinculada de la persona de Jesús?
3.- Por ello mismo, al releer el evangelio de este domingo de Pascua, caemos en la cuenta que –tal vez— muchas de las alteraciones que se dan en nuestro mundo son consecuencia de querer ser sarmientos sin vid; agua sin fuente; vida sin más límites que los que uno se marca. ¿Es bueno? Por supuesto que no.
Toda casa necesita de unos cimientos y, toda persona, también requiere de unos principios o de unos valores que sean modelo, guía irrenunciable para entender la vida y para defender la de los demás.
Jesús, en ese sentido, nos advierte de que una existencia sin Dios, una vida con excesivos atajos está abocada al fracaso, a la sequedad, a la esterilidad. A la falta de ilusión o apatía. Y ¡cuánta escasez de optimismo en nuestro mundo! ¡Cuánto déficit de esperanza en nuestro vivir! ¿No será por qué nos hemos aislado de esa vid que es la fe en Jesús? ¿Podremos aguantar mucho más tiempo en esa orfandad?
4.- Que nuestra alianza con Jesús nos aporte esa fuerza que anhelamos para seguir compartiendo, viviendo y proclamando los ideales cristianos. No será, desde luego, por falta de voluntad del labrador (Dios) que espera pacientemente a que demos fruto: nos hizo sus hijos por el Bautismo, nos da frecuentemente el pan de la Eucaristía, nos perdona en la Penitencia, nos anima por la Unción de Enfermos, nos guía con su Palabra… ¿y todavía queremos más de Dios para ofrecerle algún que otro buen fruto de nuestra vida?
Si la unión hace la fuerza, nuestra fuerza – la de los cristianos – será nuestra unión con Jesús. Sin fisuras y con todas las consecuencias.
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