19 mar 2018

Salmo 39 El justo espera en el Señor



Salmo 39

El justo espera en el Señor


Yo esperaba con ansia al Señor; 
él se inclinó y escuchó mi grito: 

me levantó de la fosa fatal, 
de la charca fangosa; 
afianzó mis pies sobre roca, 
y aseguró mis pasos; 

me puso en la boca un cántico nuevo, 
un himno a nuestro Dios. 
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos 
y confiaron en el Señor. 

Dichoso el hombre que ha puesto 
su confianza en el Señor, 
y no acude a los idólatras, 
que se extravían con engaños. 

Cuántas maravillas has hecho, 
Señor, Dios mío, 
cuántos planes en favor nuestro; 
nadie se te puede comparar. 
Intento proclamarlas, decirlas, 
pero superan todo número. 

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, 
y, en cambio, me abriste el oído; 
no pides sacrificio expiatorio, 
entonces yo digo: "Aquí estoy 
-como está escrito en mi libro- 
para hacer tu voluntad". 

Dios mío, lo quiero, 
y llevo tu ley en las entrañas. 


He proclamado tu salvación 
ante la gran asamblea; 
no he cerrado los labios: 
Señor, tú lo sabes. 

No me he guardado en el pecho tu defensa, 
he contado tu fidelidad y tu salvación, 
no he negado tu misericordia y tu lealtad 
ante la gran asamblea. 

Tú, Señor, no me cierres tus entrañas, 
que tu misericordia y tu lealtad 
me guarden siempre, 
porque me cercan desgracias sin cuento. 

Se me echan encima mis culpas, 
y no puedo huir; 
son más que los pelos de mi cabeza, 
y me falta el valor. 

Señor, dígnate librarme; 
Señor, date prisa en socorrerme. 

Alégrense y gocen contigo 
todos los que te buscan; 
digan siempre: "Grande es el Señor" 
los que desean tu salvación. 

Yo soy pobre y desgraciado, 
pero el Señor se cuida de mí; 
tú eres mi auxilio y mi liberación: 
Dios mío, no tardes. 

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