La Providencia no se ha comprometido a reparar todos los defectos del hombre: enrielar un tren que corre demasiado a prisa, sostener una escalera demasiado llena de gente... No es una compañía de seguros. La Providencia deja obrar las causas segundas. Pero eso sí, todo lo que suceda a una persona que se fía en manos de Dios contribuirá a su bien, al gran bien, al supremo bien moral de su vida.
Padre Alberto Hurtado Cruchaga S.J.
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