19 sept 2019

Saber alegrarse con el bien de los demás




SABER ALEGRARSE CON EL BIEN DE LOS DEMÁS

Por Antonio García-Moreno

1.- ES EL MOMENTO.- "Buscad al Señor mientras se le encuentra..." (Is 55, 6) Hay que aprovechar las ocasiones, no podemos dejar que pasen las oportunidades que la vida nos brinda. Todas tienen su importancia, y sólo el que sabe apreciarlas en su justo valor llegará a triunfar plenamente en la vida. Por el contrario, el que deja pasar el tiempo sin salir al paso de lo que se le ofrece, acabará fracasando, quedándose atrás siempre, olvidado en el más gris anonimato. Y de todas las ocasiones, hay una que resulta decisiva. Tan decisiva que de aprovecharla o no, depende nuestra felicidad en esta vida y en la otra. Casi nada. Es decir, todo. Absolutamente todo. Porque lo demás, comparado con la eternidad es bien poquita cosa, nada en definitiva.

Despierta. Abre los ojos. El Señor está cerca. Tan cerca, que está, ahora mismo, a tu lado, mirándote con su mirada de infinito amor. Invócalo, dile que quieres estar siempre cerca de Él. Pídele que te ayude a no alejarte jamás de su mirada paternal y amable. Dile que te haga comprender de una vez que sólo tenerle a Él importa en la vida y en la muerte, que sólo cuando él nos acompaña la soledad no existe.

Resulta relativamente fácil descubrir el sentido de las acciones humanas. Siempre, más o menos claramente, hay una motivación que explica por qué se hacen las cosas... Pero con Dios no ocurre lo mismo. Él se escapa de nuestras reglas lógicas muchas veces, rebasa nuestros cálculos y suposiciones, sin que podamos enmarcarlo en unos moldes determinados.

Como el cielo es más alto que la tierra, así los caminos de Dios son más altos que los caminos de los hombres, sus planes que nuestros planes. Hay una diferencia insondable, distancia infinita, inabarcable. Y, sin embargo, Dios está cercano, íntimo, entrañable. Grande, inmenso, terrible. Pero al mismo tiempo sencillo, bueno, comprensivo, amable...

Sí, el Señor está a nuestro lado disponiendo todas las cosas, para nuestro bien. Aunque a veces nos parezca lo contrario y no veamos cómo aquello pueda terminar felizmente... Caminos de paz y de amor. Caminos escarpados que llevan hasta la cumbre más maravillosa que el hombre pudo soñar. Caminos de Dios, caminos ante los que sólo cabe una actitud, la de una fe rendida y una esperanza sin límites. La fe y la esperanza que lleva consigo la caridad, el amor a Dios.

2.- UN DENARIO.- Dios que sale una u otra vez, y otra, a contratar jornaleros para su viña. Afán divino para que todos trabajen en su tarea, para que no haya parados en este Reino suyo que trae la salvación universal. Nadie, al final de los tiempos, podrá decir que no fue llamado por Dios. Es cierto que esa llamada puede ocurrir en las más diversas circunstancias, en las épocas más dispares de la vida. Pero nadie, repito, se podrá quejar de no haber sido llamado a trabajar en la tarea de extender el Reino. Podemos afirmar, incluso, que esa llamada se repite en más de una ocasión para cada uno. Hay momentos en los que uno parece haber perdido el rumbo y de pronto comprende que su camino se está desviando. Resuena entonces, de forma indefinida quizá, la voz de Dios para indicarnos que hay que recuperar el rumbo perdido.

Vamos a pararnos a considerar nuestra vida en el momento presente, vamos a pensar si realmente estamos trabajando en la viña del Señor, o por el contrario, nos empeñamos en vivir ausentes de la gran tarea de salvar al mundo. Es cierto que el amo de esta viña va a ser comprensivo y bueno, dándonos al final no según el resultado de nuestro trabajo, sino según la medida generosa de su gran corazón. Pero eso mismo nos ha de empujar a trabajar con denuedo y afán renovado. En definitiva, de lo que se trata es que hagamos en cada instante, con sencillez y rectitud de intención, lo que debemos hacer.

Otra lección importante que se desprende de esta página evangélica es la de saber alegrarse con el bien de los demás. Aquellos que protestaron por ser tratados los últimos de la misma forma que los primeros, se entristecían de no recibir ellos más que los de la última hora. Se deberían haber alegrado de la generosidad del dueño de la viña, de haber servido a un amo tan compasivo y dadivoso, aunque a ellos sólo les diese lo acordado.

Saber contentarse con lo recibido, saber vivir con aquello que se tiene. Comportarse así es tener paz y sosiego, ser felices siempre. A veces por mirar y desear lo que otros poseen, dejamos de gozar y disfrutar lo que nosotros tenemos. En lugar de mirar a los que tienen más, mirar a los que tienen menos, no sólo para darnos cuenta de que tenemos más, sino para ayudar en lo que podamos a esos que tienen menos, que a veces por no tener no tienen ni lo necesario.

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