JUNTOS HACEMOS TIEMPOS MEJORES
Por José María Martín OSA
1.- Nuestro mundo necesita una buena dosis de esperanza. Contamos con la providencia de Dios que vela por nosotros, pero espera nuestra colaboración. Hagamos posible la esperanza a los que viven desesperados porque su vida ha dejado de tener sentido. Hay muchos cristianos desanimados porque no ven a los jóvenes participando en la Eucaristía, otros se sienten desconcertados ante la falta de valores y la desintegración de muchas familias, hay quien está decepcionado porque ve una Iglesia demasiado instalada y alejada del Evangelio. Ante esto optan por la pasividad o resignación y niegan cualquier posibilidad de cambio. Hoy la Palabra de Dios nos alerta para que nos demos cuenta de que Jesús, el Hijo del Hombre, viene a liberarnos de todas nuestras dudas e incertidumbres. Él es nuestra justicia y nuestra salvación. Tenemos por delante una hermosa tarea durante estas cuatro semanas: preparar nuestro interior como si fuera una cuna que va a recibir a Aquél que nos da la vida. El tren de la esperanza va a pasar por delante de nosotros, no lo perdamos, subamos a él y valoremos todo lo bueno que vamos encontrando en nuestro camino. Siendo nosotros también liberadores, justos, alegres y solidarios podremos hacer que todos los que en él viajamos podamos construir la nueva humanidad que tanto anhelamos. Pero seamos profetas de la esperanza, no del desaliento, pues ya estamos cansados de agoreros y necesitamos hombres y mujeres, esperanzados y esperanzadores.
2.- Daos cuenta del momento en que vivís. Los cristianos de Roma estaban adormilados, acomodados, bien situados algunos. Pablo les alerta porque ya va siendo hora de espabilarse. También Pablo nos invita hoy a despertar, a salir de la noche y a caminar a la luz del día. Darse cuenta del momento es caer en la cuenta de que el mundo no es bueno si no es bueno para todos. Pensamos que si yo estoy bien, los demás que se espabilen. Pablo distingue entre la noche y el día, entre el mal y el bien, entre el aturdimiento y la vigilancia. El que obra el mal camina en las tinieblas y está como dormido, pero la esperanza ilumina los pasos del que obra el bien y le mantiene despierto y siempre vigilante. Este es el texto que a Agustín de Hipona le dio la fuerza definitiva para convertirse. Al leerlo brotaron de sus ojos las lágrimas del arrepentimiento. La Palabra de Dios nos interpela como le interpeló a él. Estas palabras de Pablo parece como si estuvieran escritas también para nosotros, que vivimos en unos tiempos de olvido de lo espiritual y de escasez de esperanza. . ¿Qué cosas nos diría hoy S. Pablo, para despertarnos de nuestro sueño y nuestra inconsciencia? He aquí alguna de las cosas que necesitan conversión: la locura del rearme, la locura del derroche, la locura del tener, la locura del paro, la locura de la violencia, la locura de la droga, la locura de la contaminación, la locura de la insolidaridad, la locura de la velocidad, la locura del poder, la locura del vicio...
3.- Hemos de tomar conciencia de nuestra responsabilidad. El evangelio nos anima a estar alerta. Es una de los lemas del movimiento scout y no está pasado de moda….Significa que hay que estar siempre disponible. Cuando menos lo esperaban los hombres, llegó la catástrofe del diluvio universal. Jesús les recordó esto a sus contemporáneos y hoy nos lo recuerda a nosotros. No se trata de atemorizarnos con nuevos cataclismos, como pronostican las armas atómicas o el agujero de ozono. El Evangelio no es una amenaza, sino una buena noticia. Pero tampoco Jesús espera de nosotros que perdamos la vida vegetando, trabajando, ganando dinero, gastándolo, y vuelta a empezar. Dios llama hoy nuestra atención para sacarnos del aburrimiento, de la indiferencia ante el hambre, la pobreza, la injusticia y los sufrimientos de los demás. Quiere que nos responsabilicemos y tomemos conciencia, quiere que estemos alerta. Una segunda exigencia del evangelio de hoy es la acción. El reino de Dios, la justicia y la igualdad, el bienestar de todos, no es una lotería, sino el resultado de la acción de todos y de la solidaridad de todos. Hay que vigilar y analizar, diseñar y proyectar antes de pasar a la acción, para que ésta sea eficaz. No debemos radicalizar posturas diciendo que todo está mal. Hay que discernir el bien del mal, conservar lo que beneficia a todos y redunda en el bienestar de todos; pero habrá que modificar y cambiar lo que sólo favorece a unos pocos. El adviento, este adviento, y todos, pues siempre es adviento para el creyente, ha de ayudarnos a ver cómo esa esperanza del reino de Dios se va ya realizando en cada una de las esperanzas y de los logros humanos. Debe comprometernos en esa tarea común, con todos los hombres de buena voluntad. Todavía queda mucho por hacer. Todavía tenemos una gran esperanza, otro mundo es posible. Como escribió San Agustín, “Nosotros somos los tiempos y juntos podemos hacer tiempos mejores”.
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