¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta!
¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez!
Mientras me quedé callado, mis huesos se consumían entre continuos lamentos,
porque de día y de noche tu mano pesaba sobre mí; mi savia se secaba por los ardores del verano.
Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: "Confesaré mis faltas al Señor". ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado
Salmo 32:1-5
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