ACEPTAR LA ENFERMEDAD
He aquí mi vida, Señor,
quiero poner en ella amor para Ti.
Esto, en apariencia, es poco glorioso;
mi amor tendrá que manifestarse
humildemente, por mi paciencia en soportar
la monotonía de los días y el retorno
incesante del maL
No tendré ni la gloria de sufrir bellamente,
pues la enfermedad no permite ilusiones
sobre los propios defectos.
Mi heroísmo consistirá en sonreír a pesar de
todo, en aceptar mis imperfecciones, y sobre
todo de aparecer ante los demás con mis debilidades.
Estaría satisfecho si logro:
ser menos duro con los que me cuidan,
compartir una palabra con mis vecinos de
dolor, rezar por mis hermanos enfermos.
Todo esto es un trabajo muy duro, Señor;
preferiría predicar el Evangelio en África, y
sin duda me sería mucho más fácil; pero,
¿se trata de hacer lo que yo quiero o de
cumplir vuestra voluntad, Señor?
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