Amor de Madre
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
Existe en la catedral de Exeter - capital del condado de Devon, antigua capital del reino de Wessex- las figuras de dos pequeños juglares tallados en la ménsula del capitel que corona una columna de la nave: son el pequeño violinista callejero y el acróbata que se sostiene, verticalmente, sobre su cabeza como base. Enfrente, en la otra parte de la nave, sobre la correspondiente columna, se destaca el relieve de la imagen de la Virgen Santísima con su divino Hijo en brazos. Se ve claramente la relación entre los dos relieves de las dos columnas de la parte norte de la nave: los dos juglares festejan evidentemente a Nuestra Madre y Señora.
Excusado es decir que tales figuras representan a lo vivo la leyenda del "juglar de la Virgen". Era éste un juglar y bailarín que se proponía alabar y servir a Dios con su oficio. Pero se veía despreciado de todo el mundo porque era un pobre infeliz y tan ignorante, que no sabía leer, ni siquiera rezar. Un día se fue a una iglesia y se dirigió al altar de la Virgen María. Se aligeró de sus vestidos y se puso a bailar.
-Señora - le dijo a María-, yo no sé cantar, ni leer bellas cosas para ti; pero sí puedo escoger lo mejor de mi repertorio para jugar y bailar en tu presencia. Ahora permíteme, Señora, que yo sea como el ternero que salta y brinca de gozo delante de su madre. Señora, pues eres dulce y amable para aceptar al que quiere servirte de verdad, sabe que, aunque sea yo tan pobre e infeliz como el que más, todos mis esfuerzos son exclusivamente para ti.
Y en seguida comenzó a saltar delante de ella, primero con saltos bajos y cortos; luego dando grandes brincos; ahora por debajo, ahora por encima del altar, haciéndole a la Virgen graciosos saludos y dando volteretas en el aire.
-Señora -le dijo-, tú eres todo mi gozo. Tú llenas de gozo a todo el mundo, iluminas todo el mundo y lo enciendes con tu amor.
Hasta que un día, agotado, murió a sus pies el pobre "juglar de la Virgen". La leyenda termina con estas palabras: "En buena hora bailó; en buena hora alabó y sirvió a la Virgen; en buena hora ganó así tal honor, que ningún otro se le puede comparar."
Sólo el amor hace cantar y danzar. Según afirma H.U. von Baltasar-, “sólo el amor es creíble”. Sin amor hasta la unidad no hay credibilidad. Y he aquí por qué María “nos indica el camino”. Por que María es, ( Cardenal F.X. Nguyen van Thuan):
- Amor acogido
- Amor correspondido
- Amor compartido
Es Amor acogido porque, a lo largo de toda su vida, María recibe todo de Dios. Aquí radica la grandeza de su misión, que misteriosamente se prolonga en la Iglesia: todo tiene su origen en el Señor, viene de lo alto. Y la Virgen acoge.
Es Amor correspondido porque colmada de la gracia de Dios, María, con todo su ser, responde a Dios. No hay nada en ella que no sea don de sí, adhesión al designio de Dios, elección de Él.
Es Amor compartido porque, aunque es toda de Dios, María no es ajena al mundo. Al contrario, para ella el mundo es el lugar donde Dios encuentra al hombre, donde se espera a Aquel que “por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo”. Mirémonos, junto con toda la Iglesia, en aquella que es la “tierra del Incontenible”: la que acoge la salvación y la comparte.
María es una mujer de fe, esperanza y amor. En uno de los pasajes del Evangelio donde podemos ver más claro ese amor de María por los demás es el de Caná.
Maria asiste a las bodas de Caná con Jesús. En un momento se da cuenta del apuro de los esposos y siente compasión. María conocía a su Hijo y sin dar más vueltas le pide un milagro. Jesús atiende la indicación de su Madre y se realiza el primer milagro de la vida de Jesús.
María es Madre de la Misericordia. Los Santos Padres afirman que Jesús dejó a Maria el reinado de su misericordia. La misericordia de María resplandece en las bodas de Caná y en nuestra vida.
María, con instinto de madre, sabe de dificultades y de horas de tormenta. Ella sabe guiar, consolar, apuntar a Jesús para que no falte el vino al final de cada jornada y cuando el cansancio aprieta. Los Santos llaman a María la Omnipotencia suplicante. No porque tenga poder infinito. Sino porque con su intercesión, la Virgen lo consigue todo. Su poder de intercesión resplandece magníficamente en las bodas de Caná. No importan los problemas, ni los peligros, ni las necesidades, ella es Madre de Jesús y Madre nuestra, ella es puente y canal de gracia.
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