21 dic 2024

Santo Evangelio 21 diciembre 2024

  


Texto del Evangelio (Lc 1,39-45):

 En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».



«¡Feliz la que ha creído!»


Rev. D. Àngel CALDAS i Bosch

(Salt, Girona, España)

Hoy, el texto del Evangelio corresponde al segundo misterio de gozo: la «Visitación de María a su prima Isabel». ¡Es realmente un misterio! ¡Una silenciosa explosión de un gozo profundo como nunca la historia nos había narrado! Es el gozo de María, que acaba de ser madre, por obra y gracia del Espíritu Santo. La palabra latina “gaudium” expresa un gozo profundo, íntimo, que no estalla por fuera. A pesar de eso, las montañas de Judá se cubrieron de gozo. María exultaba como una madre que acaba de saber que espera un hijo. ¡Y qué Hijo! Un Hijo que peregrinaba, ya antes de nacer, por senderos pedregosos que conducían hasta Ain Karen, arropado en el corazón y en los brazos de María.

Gozo en el alma y en el rostro de Isabel, y en el niño que salta de alegría dentro de sus entrañas. Las palabras de la prima de María traspasarán los tiempos: «¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!» (cf. Lc 1,42). El rezo del Rosario, como fuente de gozo, es una de las nuevas perspectivas descubiertas por San Juan Pablo II en su Carta apostólica sobre El Rosario de la Virgen María.

La alegría es inseparable de la fe. «¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lc 1,43). La alegría de Dios y de María se ha esparcido por todo el mundo. Para darle paso, basta con abrirse por la fe a la acción constante de Dios en nuestra vida, y recorrer camino con el Niño, con Aquella que ha creído, y de la mano enamorada y fuerte de san José. Por los caminos de la tierra, por el asfalto o por los adoquines o terrenos fangosos, un cristiano lleva consigo, siempre, dos dimensiones de la fe: la unión con Dios y el servicio a los otros. Todo bien aunado: con una unidad de vida que impida que haya una solución de continuidad entre una cosa y otra.

20 dic 2024

Santo Evangelio 20 diciembre 2024

  


Texto del Evangelio (Lc 1,26-38):

 Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin».

María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.



«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra»


Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells

(Salt, Girona, España)

Hoy contemplamos, una vez más, esta escena impresionante de la Anunciación. Dios, siempre fiel a sus promesas, a través del ángel Gabriel hace saber a María que es la escogida para traer al Salvador al mundo. Tal como el Señor suele actuar, el acontecimiento más grandioso para la historia de la Humanidad —el Creador y Señor de todas las cosas se hace hombre como nosotros— pasa de la manera más sencilla: una chica joven, en un pueblo pequeño de Galilea, sin espectáculo.

El modo es sencillo; el acontecimiento es inmenso. Como son también inmensas las virtudes de la Virgen María: llena de gracia, el Señor está con Ella, humilde, sencilla, disponible ante la voluntad de Dios, generosa. Dios tiene sus planes para Ella, como para ti y para mí, pero Él espera la cooperación libre y amorosa de cada uno para llevarlos a término. María nos da ejemplo de ello: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). No es tan sólo un sí al mensaje del ángel; es un ponerse en todo en las manos del Padre-Dios, un abandonarse confiadamente a su providencia entrañable, un decir sí a dejar hacer al Señor ahora y en todas las circunstancias de su vida.

De la respuesta de María, así como de nuestra respuesta a lo que Dios nos pide —escribe san Josemaría— «no lo olvides, dependen muchas cosas grandes».

Nos estamos preparando para celebrar la fiesta de Navidad. La mejor manera de hacerlo es permanecer cerca de María, contemplando su vida y procurando imitar sus virtudes para poder acoger al Señor con un corazón bien dispuesto: —¿Qué espera Dios de mí, ahora, hoy, en mi trabajo, con esta persona que trato, en la relación con Él? Son situaciones pequeñas de cada día, pero, ¡depende tanto de la respuesta que demos!


19 dic 2024

Santo Evangelio 19 diciembre 2024

 

 T


exto del Evangelio (Lc 1,5-25):

 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad.

Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso. Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».

Zacarías dijo al ángel: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad». El ángel le respondió: «Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo».

El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y comprendieron que había tenido una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo. Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después, concibió su mujer Isabel; y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres».



«El ángel le dijo: ‘No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo’»


Rev. D. Ignasi FUSTER i Camp

(La Llagosta, Barcelona, España)

Hoy, el ángel Gabriel anuncia al sacerdote Zacarías el nacimiento “sobrenatural” de Juan el Bautista, que preparará la misión del Mesías. Dios, en su amorosa providencia, prepara el nacimiento de Jesús con el nacimiento de Juan, el Bautista. Aunque Isabel sea estéril, no importa. Dios quiere hacer el milagro por amor a nosotros, sus criaturas.

Pero Zacarías no manifiesta en el momento oportuno la visión sobrenatural de la fe: «¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad» (Lc 1,18). Tiene una mirada excesivamente humana. Le falta la docilidad confiada en los planes de Dios, que siempre son más grandes que los nuestros: ¡en este caso, ni más ni menos que la Encarnación del Hijo de Dios para la salvación del género humano! El ángel encuentra a Zacarías como “despistado”, lento para las cosas de Dios, como estando en “fuera de juego”.

Cuando ya faltan pocos días para la Navidad, conviene que el Ángel del Señor nos encuentre preparados, como María. Es necesario tratar de mantener la presencia de Dios a lo largo del día, intensificar nuestro amor a Jesucristo en nuestro tiempo de oración, recibir con mucha devoción la Sagrada Comunión: ¡porque Jesús nace y viene a nosotros! Y que no nos falte la visión sobrenatural en todos los quehaceres de nuestra vida. Hemos de poner visión sobrenatural en nuestro trabajo profesional, en nuestros estudios, en nuestros apostolados, incluso en los contratiempos de la jornada. ¡Nada escapa a la providencia divina! Con la certeza y la alegría de saber que nosotros colaboramos con los ángeles y con el Señor en los planes amorosos y salvadores de Dios.

18 dic 2024

Santo Evangelio 18 diciembre 2024

  


Texto del Evangelio (Mt 1,18-24):

 La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.



«José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer»


Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, la liturgia de la palabra nos invita a considerar el maravilloso ejemplo de san José. Él fue extraordinariamente sacrificado y delicado con su prometida María.

No hay duda de que ambos eran personas excelentes, enamorados entre ellos como ninguna otra pareja. Pero, a la vez, hay que reconocer que el Altísimo quiso que su amor esponsalicio pasara por circunstancias muy exigentes.

Ha escrito el Papa San Juan Pablo II que «el cristianismo es la sorpresa de un Dios que se ha puesto de parte de su criatura». De hecho, ha sido Él quien ha tomado la “iniciativa”: para venir a este mundo no ha esperado a que hiciésemos méritos. Con todo, Él propone su iniciativa, no la impone: casi —diríamos— nos pide “permiso”. A Santa María se le propuso —¡no se le impuso!— la vocación de Madre de Dios: «Él, que había tenido el poder de crearlo todo a partir de la nada, se negó a rehacer lo que había sido profanado si no concurría María» (San Anselmo).

Pero Dios no solamente nos pide permiso, sino también contribución con sus planes, y contribución heroica. Y así fue en el caso de María y José. En concreto, el Niño Jesús necesitó unos padres. Más aún: necesitó el heroísmo de sus padres, que tuvieron que esforzarse mucho para defender la vida del “pequeño Redentor”.

Lo que es muy bonito es que María reveló muy pocos detalles de su alumbramiento: un hecho tan emblemático es relatado con sólo dos versículos (cf. Lc 2,6-7). En cambio, fue más explícita al hablar de la delicadeza que su esposo José tuvo con Ella. El hecho fue que «antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo» (Mt 1,19), y por no correr el riesgo de infamarla, José hubiera preferido desaparecer discretamente y renunciar a su amor (circunstancia que le desfavorecía socialmente). Así, antes de que hubiese sido promulgada la ley de la caridad, san José ya la practicó: María (y el trato justo con ella) fue su ley.

17 dic 2024

Santo Evangelio 17 diciembre 2024

  


Texto del Evangelio (Mt 1,1-17):

 Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naassón, Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David.

David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abiá, Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatam, Joatam engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando la deportación a Babilonia.

Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliakim, Eliakim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Mattán, Mattán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.



«Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham»


Rev. D. Vicenç GUINOT i Gómez

(Sant Feliu de Llobregat, España)

Hoy, en la liturgia de la misa leemos la genealogía de Jesús, y viene al pensamiento una frase que se repite en los ambientes rurales catalanes: «De Josés, burros y Juanes, los hay en todos los hogares». Por eso, para distinguirlos, se usa como motivo el nombre de las casas. Así, se habla, por ejemplo: José, el de la casa de Filomena; José, el de la casa de Soledad... De esta manera, una persona queda fácilmente identificada. El problema es que uno queda marcado por la buena o mala fama de sus antepasados. Es lo que sucede con el «Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham» (Mt 1,1).

San Mateo nos está diciendo que Jesús es verdadero Hombre. Dicho de otro modo, que Jesús —como todo hombre y como toda mujer que llega a este mundo— no parte de cero, sino que trae ya tras de sí toda una historia. Esto quiere decir que la Encarnación va en serio, que cuando Dios se hace hombre, lo hace con todas las consecuencias. El Hijo de Dios, al venir a este mundo, asume también un pasado familiar.

Rastreando los personajes de la lista, podemos apreciar que Jesús —por lo que se refiere a su genealogía familiar— no presenta un “expediente inmaculado”. Como escribió el Cardenal Nguyen van Thuan, «en este mundo, si un pueblo escribe su historia oficial, hablará de su grandeza... Es un caso único, admirable y espléndido encontrar un pueblo cuya historia oficial no esconde los pecados de sus antepasados». Aparecen pecados como el homicidio (David), la idolatría (Salomón) o la prostitución (Rahab). Y junto con ello hay momentos de gracia y de fidelidad a Dios, y sobre todo las figuras de José y María, «de la que nació Jesús, llamado Cristo» (Mt 1,16).

En definitiva, la genealogía de Jesús nos ayuda a contemplar el misterio que estamos próximos a celebrar: que Dios se hizo Hombre, verdadero Hombre, que «habitó entre nosotros» (Jn 1,14).


16 dic 2024

Santo Evangelio 16 diciembre 2024

  


Texto del Evangelio (Mt 21,23-27):

 En aquel tiempo, Jesús entró en el templo. Mientras enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?». Jesús les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?». Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: ‘Del cielo’, nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Y si decimos: ‘De los hombres’, tenemos miedo a la gente, pues todos tienen a Juan por profeta». Respondieron, pues, a Jesús: «No sabemos». Y Él les replicó asimismo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».



«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?»


Rev. D. Melcior QUEROL i Solà

(Ribes de Freser, Girona, España)

Hoy, el Evangelio nos invita a contemplar dos aspectos de la personalidad de Jesús: la astucia y la autoridad. Fijémonos, primero, en la astucia: Él conoce profundamente el corazón del hombre, conoce el interior de cada persona que se le acerca. Y, cuando los sumos sacerdotes y los notables del pueblo se dirigen a Él para preguntarle, con malicia: «Con qué autoridad haces esto?» (Mt 21,23), Jesús, que conoce su falsedad, les responde con otra pregunta: «El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?» (Mt 21,25). Ellos no saben qué contestarle, ya que si dicen que venía de Dios, entrarían en contradicción con ellos mismos por no haberle creído, y si dicen que venía de los hombres se pondrían en contra del pueblo, que lo tenía por profeta. Se encuentran en un callejón sin salida. Astutamente, Jesús con una simple pregunta ha denunciado su hipocresía; les ha dado la verdad. Y la verdad siempre es incómoda, te hace tambalear.

También nosotros estamos llamados a tener la astucia de Jesús, para hacer tambalear a la mentira. Tantas veces los hijos de las tinieblas usan toda su astucia para conseguir más dinero, más poder y más prestigio; mientras que los hijos de la luz parece que tengamos la astucia y la imaginación un poco adormecidas. Del mismo modo que un hombre del mundo utiliza la imaginación al servicio de sus intereses, los cristianos hemos de emplear nuestros talentos al servicio de Dios y del Evangelio. Por ejemplo: cuando uno se encuentra ante una persona que habla mal de la Iglesia (cosa que pasa con frecuencia), ¿con qué astucia sabemos responder a la crítica negativa? O bien, en un ambiente de trabajo, con un compañero que sólo vive para él mismo y “pasa de todos”, ¿con qué astucia sabremos devolver bien por mal? Si le amamos, como Jesús, nuestra presencia le será muy “incómoda”.

Jesús ejercía su autoridad gracias al profundo conocimiento que tenía de las personas y de las situaciones. También nosotros estamos llamados a tener esta autoridad. Es un don que nos viene de lo alto. Cuanto más nos ejerzamos en poner las cosas en su sitio —las pequeñas cosas de cada día—, mejor sabremos orientar a las personas y las situaciones, gracias a las inspiraciones del Espíritu Santo.


Salmo 92

 


Salmo 92 

 GLORIA DEL DIOS CREADOR


El Señor reina vestido de majestad,

el Señor, vestido y ceñido de poder:

así está firme el orbe y no vacila.


Tu trono está firme desde siempre,

y tú eres eterno.


Levantan los ríos, Señor,

levantan los ríos su voz,

levantan los ríos su fragor;


pero más que la voz de aguas caudalosas,

más potente que el oleaje del mar,

más potente en el cielo es el Señor.


Tus mandatos son fieles y seguros;

la santidad es el adorno de tu casa,

Señor, por días sin término.


Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.


15 dic 2024

Santo Evangelio 15 diciembre 2024

  


Texto del Evangelio (Lc 3,10-18):

 En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «Pues ¿qué debemos hacer?». Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo». Vinieron también publicanos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?». Él les dijo: «No exijáis más de lo que os está fijado». Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?». Él les dijo: «No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada».

Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.



«Viene el que es más fuerte que yo»


Cardenal Jorge MEJÍA Archivista y Bibliotecario de la S.R.I.

(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy la Palabra de Dios nos presenta, en pleno Adviento, al Santo Precursor de Jesucristo: san Juan Bautista. Dios Padre dispuso preparar la venida, es decir, el Adviento, de su Hijo en nuestra carne, nacido de María Virgen, de muchos modos y de muchas maneras, como dice el principio de la Carta a los Hebreos (1,1). Los patriarcas, los profetas y los reyes prepararon la venida de Jesús.

Veamos sus dos genealogías, en los Evangelios de Mateo y Lucas. Él es hijo de Abraham y de David. Moisés, Isaías y Jeremías anunciaron su Adviento y describieron los rasgos de su misterio. Pero san Juan Bautista, como dice la liturgia (Prefacio de su fiesta), lo pudo indicar con el dedo, y le cupo —¡misteriosamente!— hacer el Bautismo del Señor. Fue el último testigo antes de la venida. Y lo fue con su vida, con su muerte y con su palabra. Su nacimiento es también anunciado, como el de Jesús, y es preparado, según el Evangelio de Lucas (caps. 1 y 2). Y su muerte de mártir, víctima de la debilidad de un rey y del odio de una mujer perversa, prepara también la de Jesús. Por eso, recibió él la extraordinaria alabanza del mismo Jesús que leemos en los Evangelios de Mateo y de Lucas (cf. Mt 11,11; Lc 7,28): «Entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan Bautista». Él, frente a esto, que no pudo ignorar, es un modelo de humildad: «No soy digno de desatarle la correa de sus sandalias» (Lc 3,16), nos dice hoy. Y, según san Juan (3,30): «Conviene que Él crezca y yo disminuya».

Oigamos hoy su palabra, que nos exhorta a compartir lo que tenemos y a respetar la justicia y la dignidad de todos. Preparémonos así a recibir a Aquel que viene ahora para salvarnos, y vendrá de nuevo a «juzgar a los vivos y a los muertos».


JUAN ERA LA VOZ, CRISTO LA PALABRA

 


De los Sermones de san Agustín, obispo.

(Sermón 293, 3: PL 38, 1328-1329)


JUAN ERA LA VOZ, CRISTO LA PALABRA

Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que existía ya al comienzo de las cosas. Juan era una voz pasajera, Cristo la Palabra eterna desde el principio.

Suprime la palabra, y ¿qué es la voz? Donde falta la idea no hay más que un sonido. La voz sin la palabra entra en el oído, pero no llega al corazón.

Observemos el desarrollo interior de nuestras ideas. Mientras reflexiono sobre lo que voy a decir, la palabra está dentro de mí; pero, si quiero hablar contigo, busco el modo de hacer llegar a tu corazón lo que ya está en el mío.

Al buscar cómo hacerla llegar a ti, cómo introducir en tu corazón esta palabra interior mía, recurro a la voz y con su ayuda te hablo. El sonido de la voz conduce a tu espíritu la inteligencia de una idea mía, y cuando el sonido vocal te ha llevado a la comprensión de la idea, se desvanece y pasa, pero la idea que te trasmitió permanece en ti sin haber dejado de estar en mí.

Y una vez que el sonido ha servido como puente a la palabra desde mi espíritu al tuyo ¿no parece decirte: Es preciso que él crezca y que yo disminuya? Y una vez que ha cumplido su oficio y desaparece ¿no es como si te dijera: Mi alegría ahora rebasa todo límite? Apoderémonos de la palabra, hagámosla entrar en lo más íntimo de nuestro corazón, no dejemos que se esfume.

¿Quieres ver cómo la voz pasa y la divinidad de la Palabra permanece? ¿Dónde está ahora el bautismo de Juan? Él cumplió su oficio y desapareció. Pero el bautismo de Cristo permanece. Todos creemos en Cristo y esperamos de él la salvación; esto es lo que dijo la voz.

Y como es difícil discernir entre la Palabra y la voz, los hombres creyeron que Juan era Cristo. Tomaron a la voz por la Palabra. Pero Juan se reconoció como la voz para no usurparle los derechos a la Palabra. Dijo: No soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta. Le preguntaron: ¿Qué dices de tu persona? Y él respondió: Yo soy la voz del que clama en el desierto: «Preparad el camino del Señor.» La voz del que clama en el desierto, la voz del que rompe el silencio. Preparad el camino del Señor, como si dijera: «Soy la voz cuyo sonido no hace sino introducir la Palabra en el corazón; pero, si no le preparáis el camino, la Palabra no vendrá adonde yo quiero que ella entre.»

¿Qué significa: Preparad el camino, sino: «Rogad insistentemente»? ¿Qué significa: Preparad el camino, sino: «Sed humildes en vuestros pensamientos»? Imitad el ejemplo de humildad del Bautista. Lo toman por Cristo, pero él dice que no es lo que ellos piensan ni se adjudica el honor que erróneamente le atribuyen.

Si hubiera dicho: «Soy Cristo», con cuánta facilidad lo hubieran creído, ya que lo pensaban de él sin haberlo dicho. No lo dijo: reconoció lo que era, hizo ver la diferencia entre Cristo y él, y se humilló.

Vio dónde estaba la salvación, comprendió que él era sólo una antorcha y temió ser apagado por el viento de la soberbia.