4 jul 2020

Santo Evangelio 4 de julio 2020


Día litúrgico: Sábado XIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 9,14-17): En aquel tiempo, se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?». Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? (…). Nadie (…) echa vino nuevo en pellejos viejos (…);sino que el vino nuevo se echa en pellejos nuevos, y así ambos se conservan».


La nueva evangelización: es necesario actualizar la "comprensión" de la fe

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI)
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy, Jesús nos llama a la "fidelidad renovada": aunque el contenido de la fe no cambia sustancialmente, debemos considerar los cambios de percepción cultural y las graves dificultades del tiempo con respecto a la profesión de la fe verdadera y su recta interpretación.

Los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado. El magisterio de la Iglesia tiene la responsabilidad de intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa en cada tiempo.

—En los tiempos más recientes la Iglesia ha cumplido esta misión con el Concilio Vaticano II ("brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza") y convocando dos veces el "Año de la Fe" (con Pablo VI y con Benedicto XVI), entre otras muchas iniciativas.

Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán





Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán»

Rev. D. Joaquim FORTUNY i Vizcarro
(Cunit, Tarragona, España)

Hoy notamos cómo con Jesús comenzaron unos tiempos nuevos, una doctrina nueva, enseñada con autoridad, y cómo todas las cosas nuevas chocaban con la praxis y el ambiente dominante. Así, en las páginas que preceden al Evangelio que estamos contemplando, vemos a Jesús perdonando los pecados al paralítico y curando su enfermedad, mientras que los escribas se escandalizan; Jesús llamando a Mateo, cobrador de impuestos y comiendo con él y otros publicanos y pecadores, y los fariseos “subiéndose por las paredes”; y en el Evangelio de hoy son los discípulos de Juan quienes se acercan a Jesús porque no comprenden que Él y sus discípulos no ayunen.

Jesús, que no deja nunca a nadie sin respuesta, les dirá: «¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán» (Mt 9,15). El ayuno era, y es, una praxis penitencial que contribuye a «adquirir el dominio sobre nuestros instintos y la libertad del corazón» (Catecismo de la Iglesia, n. 2043) y a impetrar la misericordia divina. Pero en aquellos momentos, la misericordia y el amor infinito de Dios estaba en medio de ellos con la presencia de Jesús, el Verbo Encarnado. ¿Cómo podían ayunar? Sólo había una actitud posible: la alegría, el gozo por la presencia del Dios hecho hombre. ¿Cómo iban a ayunar si Jesús les había descubierto una manera nueva de relacionarse con Dios, un espíritu nuevo que rompía con todas aquellas maneras antiguas de hacer?

Hoy Jesús está: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20), y no está porque ha vuelto al Padre, y así clamamos: ¡Ven, Señor Jesús!

Estamos en tiempos de expectación. Por esto, nos conviene renovarnos cada día con el espíritu nuevo de Jesús, desprendernos de rutinas, ayunar de todo aquello que nos impida avanzar hacia una identificación plena con Cristo, hacia la santidad. «Justo es nuestro lloro —nuestro ayuno— si quemamos en deseos de verle» (San Agustín).

A Santa María le suplicamos que nos otorgue las gracias que necesitamos para vivir la alegría de sabernos hijos amados.

3 jul 2020

Santo Evangelio 3 de julio 2020


Día litúrgico: 3 de Julio: Santo Tomás, apóstol

Texto del Evangelio (Jn 20,24-29): (…) Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».

Santo Tomás, apóstol. Dudas de fe

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI)
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy dedicamos nuestra atención a Tomás, siempre presente en las cuatro listas del Nuevo Testamento. Es muy conocida, incluso proverbial, la escena de incredulidad de Tomás, ocho días después de Pascua. En un primer momento, no había creído que Jesús se había aparecido en su ausencia: «Si no veo…, no creeré».

En el fondo, de estas palabras emerge la convicción de que a Jesús ya no se le reconoce por el rostro, sino más bien por las llagas. Tomás considera que los signos característicos de la identidad de Jesús son ahora sobre todo las llagas, en las que se revela hasta qué punto Él nos ha amado.

—El caso del apóstol Tomás es importante para nosotros al menos por tres motivos. Primero, porque nos consuela en nuestras inseguridades; segundo, porque nos demuestra que toda duda puede tener un final luminoso más allá de toda incertidumbre; tercero, porque las palabras que le dirigió Jesús nos recuerdan el auténtico sentido de la fe madura y nos alientan a continuar por el camino de fidelidad a Él.

¿Estás ocupada?



¿Estás ocupada?


Mientras te levantabas esta mañana, yo te observaba. Esperaba que me hablaras, aunque fuesen unas cuantas palabras, preguntando mi opinión acerca de algún tema o agradeciéndome por algo bueno que te hubiese sucedido el día de ayer. Pero noté que estabas muy ocupada... buscando la ropa adecuada que te ibas a poner para ir al trabajo. Seguía esperando mientras corrías por la casa arreglándote, creí que encontrarías unos cuantos minutos para detenerte y decirme "HOLA"... pero estabas demasiado ocupada...

Para ver si por fin me percibías, encendí el cielo para ti, lo llené de colores y dulces cantos de pájaros... pero ni siquiera te diste cuenta de ello. Te miré mientras ibas rumbo al trabajo y esperé pacientemente todo el día. Con tantas actividades supongo que... estabas muy ocupada para decirme algo.

De regreso, ví tu cansancio, quise rociarte para que el agua se llevara tu stress. Pensé que agradándote, te acordarías de mí. Sin embargo, enfurecida, ofendiste mi nombre. Deseaba tanto que me hablaras... aún quedaba bastante tiempo.

Después encendiste el televisor. Esperé pacientemente mientras veías tu serie favorita, luego cenaste, revisaste en tu teléfono móvil los whatsapps pendientes, la cuenta de facebook y twitter y nuevamente te olvidaste de hablar conmigo.

Te noté cansada, entendí tu silencio y apagué el resplandor del cielo pero no te dejé a oscuras. Lo cambié por un lucero... Verdaderamente fue hermoso, pero no estuviste interesada en verlo.

A la hora de dormir creo que ya estabas agotada. Dijiste buenas noches a tu familia, caminaste hacia tu cama y casi de inmediato te dormiste. Acompañé con música tus sueños, mis animales nocturnos se lucieron. No hay problema... porque quizás no te dés cuenta que siempre estoy ahí para ti.

Tengo más paciencia de la que te imaginas. Quisiera enseñártela para que puedas tenerla con los demás.

Te amo tanto que espero todos los días una oración y el paisaje que diseño cada amanecer es para ti.

Bueno... te estás levantando de nuevo y no me queda otra cosa que entregarte todo el amor que siento por ti y continuar esperando que, al menos, el día de hoy me dediques sólo... un poco de tiempo.

Que tengas un buen día...

Dios
Fuente: web católica de Javier

2 jul 2020

Santo Evangelio 2 de julio 2020


Día litúrgico: Jueves XIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 9,1-8): En aquel tiempo, (…) viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando» (…).


El poder más grande de Dios: perdonar los pecados

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy, viendo la fe de quienes ayudaban al paralítico, Jesús reacciona curándole la parálisis (¡milagro!) y perdonándole los pecados (¡más milagro!). Los escribas apenas quedan afectados por la extraordinaria "sanación médica", pero se sorprenden —se indignan— con el acto de "sanación moral". Nos llama la atención la reacción de estos escribas, porque nosotros admiraríamos lo primero, pero no lo segundo.

Dicha reacción, aun siendo equivocada, es una lección. La mentalidad creyente de aquellos judíos les permite entender que perdonar los pecados —en cuanto ofensa a la divinidad— es algo grande, tan grande que sólo es propio de Dios. Si Jesús perdona los pecados significa que Él mismo es Dios. Para ayudarnos a aceptarlo Él curó también la parálisis física. Con todo, lo más misterioso es que el hombre pueda resistirse ante Dios y que Él siga esperándonos con tanta paciencia.

—Señor, Tú manifiestas tu omnipotencia mostrándote como nuestro Padre misericordioso, siempre pronto a perdonar libremente —nadie podría obligarte a hacerlo— nuestros "des-amores".

Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa

Lectio Divina: 13 de marzo de 2018 – Iglesia en Aragon

«Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa»

Rev. D. Francesc NICOLAU i Pous
(Barcelona, España)

Hoy encontramos una de las muchas manifestaciones evangélicas de la bondad misericordiosa del Señor. Todas ellas nos muestran aspectos ricos en detalles. La compasión de Jesús misericordiosamente ejercida va desde la resurrección de un muerto o la curación de la lepra, hasta perdonar a una mujer pecadora pública, pasando por muchas otras curaciones de enfermedades y la aceptación de pecadores arrepentidos. Esto último lo expresa también en parábolas, como la de la oveja descarriada, la didracma perdida y el hijo pródigo.

El Evangelio de hoy es una muestra de la misericordia del Salvador en dos aspectos al mismo tiempo: ante la enfermedad del cuerpo y ante la del alma. Y puesto que el alma es más importante, Jesús comienza por ella. Sabe que el enfermo está arrepentido de sus culpas, ve su fe y la de quienes le llevan, y dice: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados» (Mt 9,2).

¿Por qué comienza por ahí sin que se lo pidan? Está claro que lee sus pensamientos y sabe que es precisamente esto lo que más agradecerá aquel paralítico, que, probablemente, al verse ante la santidad de Jesucristo, experimentaría confusión y vergüenza por las propias culpas, con un cierto temor a que fueran impedimento para la concesión de la salud. El Señor quiere tranquilizarlo. No le importa que los maestros de la Ley murmuren en sus corazones. Más aun, forma parte de su mensaje mostrar que ha venido a ejercer la misericordia con los pecadores, y ahora lo quiere proclamar.

Y es que quienes, cegados por el orgullo se tienen por justos, no aceptan la llamada de Jesús; en cambio, le acogen los que sinceramente se consideran pecadores. Ante ellos Dios se abaja perdonándolos. Como dice san Agustín, «es una gran miseria el hombre orgulloso, pero más grande es la misericordia de Dios humilde». Y en este caso, la misericordia divina todavía va más allá: como complemento del perdón le devuelve la salud: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa» (Mt 9,6). Jesús quiere que el gozo del pecador convertido sea completo.

Nuestra confianza en Él se ha de afianzar. Pero sintámonos pecadores a fin de no cerrarnos a la gracia.

1 jul 2020

Santo Evangelio 1 de julio 2020



Día litúrgico: Miércoles XIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 8,28-34): En aquel tiempo, Jesús al llegar a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?». Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos». Él les dijo: «Id» (…).


El demonio es un "número"

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI)
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy Jesucristo nos desenmascara al "adversario" de Dios. La bestia, el poder adverso, no lleva un nombre, sino un número: "666 es su número", dice el vidente en el "Apocalipsis". En esta ocasión se presenta a sí mismo como "legión". Es un número y convierte a la persona en un número.

¿Una señal? Si bien el demonio es "indemostrable", quienes han vivido el mundo de los campos de concentración saben a qué equivale eso: su horror se basa precisamente en que borra el rostro, en que cancela la historia, en que hace de los hombres números, piezas recambiables de una gran maquinaria. Uno es una función y nada más. Y, si sólo existen funciones, entonces el hombre no es tampoco nada más. Lo que no es función no es nada. La bestia es número y convierte en número.

—Señor, porque tienes un nombre y me das un nombre y me llamas por mi nombre, yo no soy para ti una función en una maquinaria cósmica. ¡Soy tu hijo!

«Le rogaron que se retirase de su término

La soberanía de Jesús sobre los demonios – Explorando la fe

«Le rogaron que se retirase de su término»

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)

Hoy contemplamos un triste contraste. “Contraste” porque admiramos el poder y majestad divinos de Jesucristo, a quien voluntariamente se le someten los demonios (señal cierta de la llegada del Reino de los cielos). Pero, a la vez, deploramos la estrechez y mezquindad de las que es capaz el corazón humano al rechazar al portador de la Buena Nueva: «Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término» (Mt 8,34). Y “triste” porque «la luz verdadera (...) vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron» (Jn 1,9.11).

Más contraste y más sorpresa si ponemos atención en el hecho de que el hombre es libre y esta libertad tiene el “poder de detener” el poder infinito de Dios. Digámoslo de otra manera: la infinita potestad divina llega hasta donde se lo permite nuestra “poderosa” libertad. Y esto es así porque Dios nos ama principalmente con un amor de Padre y, por tanto, no nos ha de extrañar que Él sea muy respetuoso de nuestra libertad: Él no impone su amor, sino que nos lo propone.

Dios, con sabiduría y bondad infinitas, gobierna providencialmente el universo, respetando nuestra libertad; también cuando esta libertad humana le gira las espaldas y no quiere aceptar su voluntad. Al contrario de lo que pudiera parecer, no se le escapa el mundo de las manos: Dios lo lleva todo a buen término, a pesar de los impedimentos que le podamos poner. De hecho, nuestros impedimentos son, antes que nada, impedimentos para nosotros mismos.

Con todo, uno puede afirmar que «frente a la libertad humana Dios ha querido hacerse “impotente”. Y puede decirse asimismo que Dios está pagando por este gran don [la libertad] que ha concedido a un ser creado por Él a su imagen y semejanza [el hombre]» (San Juan Pablo II). ¡Dios paga!: si le echamos, Él obedece y se marcha. Él paga, pero nosotros perdemos. Salimos ganando, en cambio, cuando respondemos como Santa María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).

30 jun 2020

Santo Evangelio 30 de junio 2020


Día litúrgico: Martes XIII del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 8,23-27): En aquel tiempo, Jesús subió a la barca (…), increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza. Y aquellos hombres, maravillados, decían: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?».


Dios Creador

Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM
(Barcelona, España)

Hoy, la tempestad ruge furiosa. Los discípulos, expertos navegantes, tienen miedo. Jesús, en cambio, duerme. Se levanta, increpa al mar y sobreviene la bonanza. Sorprende la fuerza de la Palabra que domina la creación. La Palabra que calma la tempestad era el eco de la Palabra creadora de Dios: “¡Hágase!”.

La creación es obra de amor: Dios Padre creó de la nada por la Palabra, que es su Hijo, mientras el Espíritu fecundaba las aguas. Creó para comunicar “afuera” su Amor. La creación es el inicio de la salvación. Tiene tres etapas: la del Padre va desde la Creación hasta el Mesías; la del Hijo, desde su encarnación hasta su glorificación; la del Espíritu Santo, desde Pentecostés al fin del mundo.

—Dios, que eres Padre, Hijo y Espíritu Santo, os damos gracias por habernos creado, redimido y santificado, haciendo brillar en nosotros —vuestras criaturas— la fuerza fecunda de vuestro Amor.

Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza»

Revista Amigo del Hogar: La tempestad calmada

Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza»

Fray Lluc TORCAL Monje del Monasterio de Sta. Mª de Poblet
(Santa Maria de Poblet, Tarragona, España)

Hoy, Martes XIII del tiempo ordinario, la liturgia nos ofrece uno de los fragmentos más impresionantes de la vida pública del Señor. La escena presenta una gran vivacidad, contrastando radicalmente la actitud de los discípulos y la de Jesús. Podemos imaginarnos la agitación que reinó sobre la barca cuando «de pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas» (Mt 8,24), pero una agitación que no fue suficiente para despertar a Jesús, que dormía. ¡Tuvieron que ser los discípulos quienes en su desesperación despertaran al Maestro!: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» (Mt 8,25).

El evangelista se sirve de todo este dramatismo para revelarnos el auténtico ser de Jesús. La tormenta no había perdido su furia y los discípulos continuaban llenos de agitación cuando el Señor, simplemente y tranquilamente, «se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza» (Mt 8,26). De la Palabra increpatoria de Jesús siguió la calma, calma que no iba destinada sólo a realizarse en el agua agitada del cielo y del mar: la Palabra de Jesús se dirigía sobre todo a calmar los corazones temerosos de sus discípulos. «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» (Mt 8,26).

Los discípulos pasaron de la turbación y del miedo a la admiración propia de aquel que acaba de asistir a algo impensable hasta entonces. La sorpresa, la admiración, la maravilla de un cambio tan drástico en la situación que vivían despertó en ellos una pregunta central: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8,27). ¿Quién es el que puede calmar las tormentas del cielo y de la tierra y, a la vez, las de los corazones de los hombres? Sólo quien «durmiendo como hombre en la barca, puede dar órdenes a los vientos y al mar como Dios» (Nicetas de Remesiana).

Cuando pensamos que la tierra se nos hunde, no olvidemos que nuestro Salvador es Dios mismo hecho hombre, el cual se nos acerca por la fe.

29 jun 2020

Santo Evangelio 29 de junio 2020


Día litúrgico: 29 de Junio: San Pedro y san Pablo, apóstoles

Texto del Evangelio (Mt 16,13-19): En aquel tiempo, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo (…) dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (…)».


San Pedro y san Pablo, apóstoles de la fe

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI)
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy, y desde los tiempos más antiguos, la Iglesia de Roma celebra la solemnidad de estos dos grandes apóstoles —maestros de la fe— como una única fiesta. Pedro fue la "roca" puesta como fundamento de la Iglesia; Pablo, la voz dada al Evangelio en su carrera entre los gentiles (los no judíos).

Recibieron de Dios un trato "peculiar". A Simón, hijo de Jonás, Jesucristo le cambió el nombre, anunciándole la entrega de una misión particular: confirmar en la doctrina a sus hermanos. Jesús rezó expresamente por él, para que su fe —como un don especial del Padre— jamás desfalleciera. Saulo de Tarso fue elegido mientras perseguía a los cristianos: se le apareció el Señor resucitado (unos 5 años después de la Ascensión), presentándosele como "Jesús, a quien tú persigues".

—Señor, en su martirio, Pedro y Pablo se dan un abrazo fraterno y se convierten en "hermanos". Concédeme la fortaleza para continuar la construcción de la "nueva Roma" cristiana que ellos —juntos— fundaron.

San Pedro y san Pablo, apóstoles de la fe

Día de San Pedro y San Pablo: ¿quiénes fueron estos dos santos ...

San Pedro y san Pablo, apóstoles de la fe

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI)
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy, y desde los tiempos más antiguos, la Iglesia de Roma celebra la solemnidad de estos dos grandes apóstoles —maestros de la fe— como una única fiesta. Pedro fue la "roca" puesta como fundamento de la Iglesia; Pablo, la voz dada al Evangelio en su carrera entre los gentiles (los no judíos).

Recibieron de Dios un trato "peculiar". A Simón, hijo de Jonás, Jesucristo le cambió el nombre, anunciándole la entrega de una misión particular: confirmar en la doctrina a sus hermanos. Jesús rezó expresamente por él, para que su fe —como un don especial del Padre— jamás desfalleciera. Saulo de Tarso fue elegido mientras perseguía a los cristianos: se le apareció el Señor resucitado (unos 5 años después de la Ascensión), presentándosele como "Jesús, a quien tú persigues".

—Señor, en su martirio, Pedro y Pablo se dan un abrazo fraterno y se convierten en "hermanos". Concédeme la fortaleza para continuar la construcción de la "nueva Roma" cristiana que ellos —juntos— fundaron.

28 jun 2020

Santo Evangelio 28 de junio 2020


Día litúrgico: Domingo XIII (A) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mt 10,37-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: «(…) El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará (…)».


¿Qué es "amor"?

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI)
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy —en nuestro tiempo— "amor" significa tantas cosas —incluso contrarias— que a menudo no se percibe su genuino sentido. Todos queremos amor, pero no todo es amor. Jesús ofrece un criterio sensato: amar es un "perderse". Quien no esté dispuesto a las "fatigas del éxodo" no puede amar: amor y comodidad son incompatibles.

La Trinidad representa el amor esencial (un eterno "Ser para…") y el hombre es imagen de Dios: alguien que por inclinación natural desea "dar y recibir amor". ¡Perder la vida!: Jesucristo describe su propio itinerario, que a través de la cruz lo lleva a la resurrección. Es el camino del grano de trigo que cae en tierra y muere, dando fruto abundante. El amor es una exigencia que no me deja intacto: no puedo limitarme a seguir siendo yo a secas, sino que he de perderme una y otra vez.

—Jesús, Hijo de Dios, que "eres para" nosotros haciéndote hombre, concédeme seguir tus sendas de amor "siendo y viviendo para" los demás.

¿Qué es "amor"?

Santísima Trinidad” no aparece en la Biblia? Esto responde sacerdote

¿Qué es "amor"?

REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto XVI)
(Città del Vaticano, Vaticano)

Hoy —en nuestro tiempo— "amor" significa tantas cosas —incluso contrarias— que a menudo no se percibe su genuino sentido. Todos queremos amor, pero no todo es amor. Jesús ofrece un criterio sensato: amar es un "perderse". Quien no esté dispuesto a las "fatigas del éxodo" no puede amar: amor y comodidad son incompatibles.

La Trinidad representa el amor esencial (un eterno "Ser para…") y el hombre es imagen de Dios: alguien que por inclinación natural desea "dar y recibir amor". ¡Perder la vida!: Jesucristo describe su propio itinerario, que a través de la cruz lo lleva a la resurrección. Es el camino del grano de trigo que cae en tierra y muere, dando fruto abundante. El amor es una exigencia que no me deja intacto: no puedo limitarme a seguir siendo yo a secas, sino que he de perderme una y otra vez.

—Jesús, Hijo de Dios, que "eres para" nosotros haciéndote hombre, concédeme seguir tus sendas de amor "siendo y viviendo para" los demás.